El COVID-19 ha sido la máxima prioridad de casi todos los gobiernos y sociedades últimamente, pero todavía tenemos un problema más importante si cabe: el cambio climático. Las energías renovables representan soluciones potenciales, y afortunadamente existe una concienciación creciente de la necesidad de avanzar en esta área. No obstante, incluso ante el deslumbrante reflejo de un panel solar, deberíamos preguntarnos si es oro todo lo que reluce.
Mientras el mundo despierta a la nueva normalidad, examinamos las motivaciones de la transición energética y evaluamos la viabilidad de su éxito, tanto en términos económicos como tecnológicos.
¿CUÁL ES EL VERDADERO MOTOR DE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA?
La sociedad se muestra cada vez más comprometida con la crisis climática, gracias en parte a ecologistas como Greta Thunberg y a organizaciones como Extinction Rebellion. Sin embargo, nuestro deseo de un sistema energético más sostenible trasciende el activismo.
La base científica del cambio climático es irrefutable, y los riesgos que entraña se están manifestando más rápido de lo que esperábamos. A finales de 2017, las temperaturas globales medias eran en torno a un 1,0 oC más altas que antes de la revolución industrial. Al ritmo actual de calentamiento (cerca de 0,2 oC por década), podríamos superar los 1,5 oC de calentamiento entre 2030 y 2052, lo cual tendría efectos desastrosos en la sociedad y la biodiversidad, de la que dependemos.1
Durante décadas, además, los recursos energéticos del mundo los han controlado solo unos cuantos países. Tal statu quo es preocupante, sobre todo en la época de la Gran Inestabilidad, y obliga a muchos gobiernos a buscar nuevas soluciones energéticas capaces de brindarles más autonomía, como por ejemplo la energía solar o la eólica.
De aquí que haya varias razones para la transición hacia las renovables, aunque la ambición o los incentivos no siempre se traducen en el resultado deseado.
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA NO ES TAN FÁCIL
Muchos gobiernos están incluyendo políticas verdes en su agenda, que abarcan desde fomentar el sector de las renovables y premiar a quienes las adoptan e innovan hasta castigar a los infractores de emisiones de dióxido de carbono. Por otro lado, tales medidas afectan de manera significativa a las economías y políticas locales, y en algunos casos provocan conflictos de intereses.
Tomemos, por ejemplo, a los Estados Unidos. La expectativa es que la proporción del carbón en la generación de electricidad del país será inferior a la de las fuentes renovables este año, y que se habrá reducido a un mero 10% llegado 2025.2 Por otro lado, Estados Unidos es el mayor productor de petróleo y gas del mundo, gracias en gran parte a la agenda de “predominio energético” de la administración actual (2017).3
Así, junto a la tecnología y la ciencia, los gobiernos y los consumidores jugarán un papel crucial en la transición energética, centrado en nuestra capacidad de producir, transportar y consumir energías renovables.
El propio sector energético también desempeñará un rol decisivo, como fuente de emisiones, pero también de soluciones. Las compañías de energía están centradas en reducir su huella de carbono e innovar en renovables, y muchas ofrecen modelos de negocio interesantes. Cuánto tardará en completarse esta transformación y cuánto costará son dos aspectos a tener en cuenta al contemplar el cuadro completo.
RECONFORMAR LA PRODUCCIÓN DE ENERGÍA
La energía está por todas partes, literalmente: desde el sol hasta el viento, pasando por los diversos océanos. Representan fuentes globales de energía sostenible cuyo acceso o precio no está controlado por ningún estado o poder hegemónico. Y a diferencia del carbón y el petróleo, la energía renovable no requiere una transformación importante.
Pese a ello, todavía resulta bastante caro proporcionar la capacidad de generación y la velocidad suficientes para satisfacer la enorme demanda de energía actual, y se necesitan nuevas infraestructuras.
Hasta la fecha, unos subsidios elevados y unos tipos de interés bajos han propiciado inversiones importantes y financiación fácil, lo cual ha ayudado a las empresas a invertir en investigación y desarrollo, además de reducir dichos costes.
Sin embargo, las políticas fiscal y monetaria son susceptibles al cambio. Una subida del precio del dinero o una reducción de los subsidios podrían obstaculizar el acceso de las compañías de energía a los préstamos e inversiones que necesitan para abaratar la producción de energía, lo cual a su vez pondría en peligro el crecimiento de las renovables.
RECONFORMAR EL TRANSPORTE DE ENERGÍA
La distribución es igual de importante y requiere niveles similares, cuando no mayores, de innovación y capital.
La energía procedente de fuentes renovables es más difícil de transportar que los combustibles fósiles, y habría que modernizar las redes eléctricas existentes en muchos países y conectarlas a nuevas plantas de producción, probablemente a un coste considerable.
El almacenamiento es otro factor. El sol no siempre brilla, ni el viento sopla todos los días, pero necesitamos electricidad en todo momento. La solución es almacenarla, pero aunque nuestra capacidad para almacenar energía renovable está mejorando, aún resulta caro hacerlo.
Solucionar estos problemas requerirá una inversión importante, además de innovación y avances científicos. Es probable que los gobiernos ofrezcan cierto apoyo, pero ¿lo harán los inversores? Por supuesto, lo tentador es concentrarse en las relucientes granjas eólicas y no en proyectos menos espectaculares como el transporte y el almacenamiento.
RECONFORMAR EL CONSUMO DE ENERGÍA
Además de la producción y el transporte de energía, su consumo es otro factor importante: de media, un coche eléctrico sigue costando más que uno con motor de combustión. Para la mayoría, solo será posible una comparación entre iguales cuando las baterías sean más baratas y eficientes. Además de su precio, la autonomía de los coches eléctricos y la capacidad para cargarlos todavía representan obstáculos significativos.
Por otro lado, cada vez más ciudades están presionando para electrificar el transporte, adoptando normativas más estrictas e incluso desterrando a los coches de sus calles. Las empresas y los consumidores evalúan de forma creciente los costes y las ventajas de cambiar de hábitos y adoptar la digitalización y un estilo de vida con cero emisiones de dióxido de carbono. Cuanto más avance el sector y más competitivo se vuelva, con más rapidez y facilidad se logrará el consenso del público.
EL CUADRO COMPLETO
En BNP Paribas Asset Management exploramos oportunidades de inversión en un mundo más incierto que nunca, y consideramos que las energías renovables, pese a plantear ciertos retos, representan una posibilidad única para dar forma a un futuro mejor sin renunciar a una rentabilidad atractiva.
La pandemia del COVID-19 no ha hecho más que reforzar esta opinión. Nos ha demostrado que, pese a los avances de la globalización y la tecnología, el mundo sigue siendo un lugar frágil y susceptible a conmociones disruptivas. Se hace necesario mejorar la resiliencia, y la inversión sostenible jugará un papel clave a este respecto.
Con este fin, todos nuestros fondos integran consideraciones medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG). No obstante, para aquellos inversores que desean invertir desde un ángulo de sostenibilidad más explícito también ofrecemos fondos de impacto, incluyendo un fondo de transición energética: el BNP Paribas Energy Transition.
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1Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), 2018. 2Instituto para la Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA), 2020. 3Administración de Información Energética (EIA) de los Estados Unidos, 2019.
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